Bienvenidos al hogar de mi alma

Categoría: Cotidiana eternidad (Página 34 de 41)

Disfrutar del amor

Disfrutar del amor, de la vida, de la esencia, del silencio y la algarabía.
Disfrutar del llanto y la sonrisa.
Disfrutar del olvido.
Hacer ovillos con el recuerdo.
Dormir a ratos. Despertar a medias.
Encontrar la luz eterna sobre el rastro intruso de las pesadillas.
Ser efímero y disfrutarlo.
Y parir todos los días con el dolor placentero de la esperanza.
Disfrutar del amor así, sin tiempos ni medidas.
Sin la horca crepuscular del reloj que se nos vuelve efímero entre los bolsillos.
Disfrutar del amor,
de ese hálito imperecedero en el que transita la vida a golpes de lunas nuevas.

El ego, sus peinados y otras cosas para olvidar

                                       «La vida sigue siendo el mejor de mis poemas. Gracias a todos los que me dais tema para seguir creando. Va por ti, Maritú»

Pues sí Mariyo resulta que en este invierno que despierta las memorias y congela las neuronas, un día cualquiera, de esos laborables que el calendario viste de negro como viuda iracunda, o Bernarda desgarrada por el peso de la tradición y la conciencia intranquila, iba yo paseando calle arriba, como cualquier coplera de mantilla y moño en alto, cuando me encuentro a una excelsa figura. «¡Qué guapa!», pensé para mí misma, «¡Qué porte…qué elegancia… qué peinado tan refinado… qué inteligencia tan precisa!» Era la misma imagen de una diosa, una Venus encarnada, la fruta perfecta en el paraíso de la gloria. Al llegar a mi altura… «¡¡coño…si soy yo!!» y nos hemos fundido en un solo cuerpo, carne inmortal que superará cualquier tipo de crítica, cualquier barlovento de incultura, toda la putrefacción de los vientos inclementes de la libertad.

Y así voy, majestuosamente calzada sobre unas plataformas de pelo esculpido por la laca de la victoria, envuelta en la bandera de las azules gaviotas, hablando sin sentido con un cetro dorado en la mano derecha para imponer el ritmo de los ejércitos victoriosos del olvido. Soy yo la que manda, la que dirige, la que sabe de órdenes y leyes, soy la viva imagen del poder y, además, soy perfecta.

¿Mariyo?… ¿Mariyo?… ¡¡Lástima que nadie se dé cuenta!!

Los libros en casa y con la página quebrada

Es lo que yo te digo siempre, Maribiccristal, ¿para qué escribes con lo bien que puedes estar haciendo punto de cruz y viendo el «Sálvame de Luxe», -válgame el pareado rocambolesco-?
Escribir no sirve para nada en estos tiempos de tontuna «idiotológica», discapacitación gubernamental y anormalidad social entre emociones contradictorias.
Ya no sirve de nada derramar una lágrima ni una gota de indeleble tinta, especialmente si no estás aleccionada para aquello de los himnos, de las manos en alto y de la boca mutilada más allá de la garganta.
Ya sabes que mi cultura se fragua entre los platos y los versos de Neruda, sobre todo aquellos que puedo evocar en el torso desnudo de mi amante, pero he visto llorar páginas enteras sobre las lapidarias decisiones de unos pocos que tiraban piedras de indiferencia sobre el magno poder de un pueblo que sigue necesitando las palabras como el mismo agua que mana de la fuente lírica de la sabiduría. Son los mismos verdugos que sentí llorar viendo «Agora», cuando Amenabar nos devolvió a Hipatia. Pero aquello fue en Alejandría, cuando los hombres eran bárbaros, esto es España, cuando los hombres, además, son ladrones.
Como ya no quieren dejarnos ni el derecho al recuerdo, ahora firman leyes para anestesiarnos los deseos, mutilarnos la alegría y hacernos una ablación en el mismo centro de la esperanza. Pero es que yo ya no soy virgen, Maribiccristal, por eso puedo permitirme el lujo de ser puta los días de luna llena o entrar en los conventos derramando versos de azahar. Y no soy virgen porque comí de la manzana, esa que aparece en los libros, sagrados o prohibidos, esos que hoy se me han quedado en casa con la página quebrada y el aliento dormido entre sílabas imprecisas.
No quieren que sepamos, no quieren que salgamos a la calle, no quieren que escribamos. No quieren porque no saben la paz que da la limpia conciencia, el reposo que otorga el crecimiento, la luz que nos entrega la libertad de alma, y de pensamiento… el oxígeno vital que nos entrega el arma voluptuosa de la palabra.
Por cierto, Maribiccristal ¿te he dicho ya que Belén Esteban vuelve a la tele?…

Tenemos amor para todos

Pues sí, Marivis, hace cinco minutos me estaba acordando de ti y he pensado: «¡Qué lástima de vida perdida en la intemperie de la desgracia!»: un orzuelo en abril, una axila sin depilar en pleno agosto, los manolo blahnik rozándote el empeine y esa invitación de… ¿cortesía?, que todavía no te ha llegado desde la Zarzuela. No te preocupes, los Borbones son así, como decía la tatarabuela: «nunca brillaron por su inteligencia», ni tú tampoco. Pero no llores, mujer, sólo es cuestión de percepción pragmática, ¿qué de importancia tienen las palabras frente al dinero?…Y digo yo, ¿quieres que te recuerde algo de Miguel Hernández?… No, ese señor no ha diseñado parte de la última colección de Gucci. Por cierto, no te lo he preguntado nunca… ¿a ti te gusta la poesía?… ¿y qué hacemos hablando?… Joer, Marivis, ¡qué maravillosa es la vida!.

Seres Tóxicos

Pues sí Mariangustias, a veces me siento como un matarratas, un «cucal» desenfrenado e indecente o el cianuro inclemente de los seres angelicales de la vida. Sí, hija sí. Digo seres angelicales porque se pasan todo el día tocándose los bajos de la lira, que si al menos sonara tendría su gracia. Pero me tienen hasta el moño de alas que no aletean por miedo a las alturas, palabras que se esconden tras silencios velados y prudencias santificadas en «ocultamientos» peligrosos por miedo al pecado. Yo lo tengo claro, son seres tóxicos que extienden su complacencia sobre el pecado inmundo de la vida. Ahora ya lo sé. Nací para vivir y de los altares espero sólo ese diminuto silencio que precede a la batalla, ese aliento de esperanza constante antes de la última herida, del fatal desenlace de las crisálidas. Lo demás, ¿qué te voy a contar a ti?, es puro marketing de películas trasnochadas de Hollywood, diálogos decadentes e imprecisos en la cumbre del éxito, la parafernalia imprecisa de la gente que sueña más allá del horizonte. «Peter Panes» que no han crecido pero que saben como emplear su dualidad de niños para tocar los bajos, y esta vez sin lira.
Mariangustias… Mariangustias… ¿me estás oyendo?… ¡¡hala otra que pasa de mis palabras, si es que cuando yo digo que tendría que haber nacido muda…

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