Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: diciembre 2011 (Página 4 de 6)

De repente… el frío

De repente hace frío.
En las esquinas del invierno se adormece un gato herido que buscara el llanto de la muerte en la frontera de los días festivos.
Hay un duelo de carámbanos disputándose las cortinas y un aroma de orondas castañas puebla el pasillo desde el que andamos con los ojos de puntillas.
Sólo el breve ronroneo de la delirante lavadora nos devuelve al antaño paraíso de los brazos desnudos y volvemos a soñarnos aves de abril que anidaran en la plenitud de los cálidos besos.
Pero ya hace frío.
Ese frío que lapida puertas y cancela persianas. El frío que entumece el vaivén de la memoria. Este frío que encharca de pereza los balcones enmohecidos de la esperanza.
Menos mal que aún sigues ofreciéndome tu manta.

Descubrimientos de 2011 (II) : La Indignación

Reconozco que pocas veces he sido de sentimientos negativos, siempre he intentado buscar la parte positiva de las, incluso, caras ocultas del ser humano. Me ha costado muchísimo trabajo llegar a entender que pueda existir gente que se lucra y enriquece con la pobreza y miseria de los demás. ¡Tonta de mí… yo creía que aquello había pasado a mejor vida y que estaba enterrado junto a la negra historia de la España más inquisitiva!

Yo era de las que creía en la clase política. Cada día de elecciones era una puerta que se abría hacia mi voz y mis manos. Y siempre acepté las decisiones de la mayoría (aunque ni de lejos me rozaron). Este año ha sido como crecer de golpe desde la mediocridad social que me habitaba.

Lo siento, políticos de España, ya no creo en vosotros, ni en vuestras promesas, ni en vuestros mensajes de buena voluntad. Ya no quiero pagaros vuestros trajes de diseño, ni vuestras cenas en magníficos restaurantes con menús de cinco estrellas, tampoco regalaros zapatos, ni parcelas de terreno donde agonizan los pinos, la carrasca y la ardilla. Y no quiero ya ser generosa con vosotros porque mis amigos tienen hambre por vuestra culpa; porque no encuentran trabajo por vuestra mala gestión; porque no hallan esperanza de vida, por vuestros despilfarros; porque el único techo, al que tienen derecho es al de esperar que sus hijos sean tratados con un mínimo de dignidad, esa dignidad que no llega nunca.

Mientras me quede un hálito de esperanza, seguiré luchando.

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Vida compartida

                                                                       

                                                                        A Luis Martínez López

Apenas cabía su corazón en una copa cuando lo encontré, aleteando, sobre toda la primavera del valle dormido.

Yo quería regalarle una gardenia para los sueños imberbes de sus despedidas, unos bolsillos de felpa donde guardarse los ojos entre botones de espuma e imperdibles de lluvia, también el azul que inverna en las noches antiguas donde siempre se cantan las coplas efímeras de la añoranza.

Yo quería ser el hada que sueña posibles abrazos en la frontera frágil de su esperanza, pero en el reparto del mundo me tocó ser yo misma por los cuatro costados, y sobre el indefinible surco del océano dibujé su sonrisa engarzando atolones en el tiempo detenido de la memoria. Hoy el día acaba de sembrar de almendros el horizonte lírico de los besos y las palabras ya se quedan como frutales guijarros sobre el tenue aliento de la vida compartida.

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