Bienvenidos al hogar de mi alma

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Sigo viva

Aún estoy aquí.
Respiro.
Añado una semilla más a mi existencia.
La luz, a pesar de todo,
sigue encendiendo antorchas en el alféizar de mi ventana.
Sigo viva.
Y amo.
El resto,
seguirán siendo sílabas que se encadenan en las fugaces biografías de los sueños.

La culpa es de la cuerda de tender


No le des más vueltas, la culpa ha sido de la cuerda de tender.
Se había vencido con el tiempo, ya estaba arqueada y sin color, apenas un mínimo hilo de costumbre la mantenía unida a la polea metálica que, chirriante y confusa, lloraba sin fuerzas por un leve aliento de viento más.
Y eso que lo intentamos con todo: los limpios algodones de bebé, el sutil encaje de las noches ardientes, las toallas con olor a lavanda de los días iguales o las sábanas dispuestas a pecados y sueños.
También compramos pinzas de colores: rojas de fresas y mermelada, azules de océanos inalcanzables o esas verdes que tintan esperanza más allá del patio vecinal.
Pero no ha podido ser, la erosión del silencio ha sido más fuerte que el cáñamo y la voluntad de supervivencia textil, la naturaleza ha impuesto su ritmo de verdades veladas y no nos acordamos de buscar una escalera para cambiarlas antes de estas tempestades.
No le des más vueltas,
la culpa ha sido de la cuerda de tender pero yo,
mañana,
me compro una secadora.

El silencio


Vuelve ese pederasta lascivo y desenfrenado.
El insaciable verbo retenido,
el corazón apuñalado,
el ovario sangrante y descuidado.
Vuelve la moral impresa en las viejas fotografías,
en los añejos silencios,
en la palabra que nunca se dice
porque tampoco se piensa.
Vuelve y volvemos al abismo.
Ya lo dijo el poeta:
«El amor es una condena solo apta para suicidas.»

Proclama poética

 

La poesía no es un arte curativo.
Ni siquiera es didáctico y, en muchos casos, poco simpático.
La poesía no es nada tangible, ni se come ni embelesa,
aunque con pulpa de fresa, a veces,
el corazón mantiene estático
con un ácido fulgor de inclemencia obtusa.
No es rima ni canción,
tampoco sopor ni pancarta,
ni siquiera infama o destruye,
dilapida o engalana.
La poesía no es nada
por eso,
cuanto más desaparece
más se la ama.

Libros-vida, libros-alma


Por vosotros soy lo que soy:
un átomo imperceptible en la apergaminada soledad de un diminuto folio,
en la nada latente de las estanterías repletas de voces y llantos,
de risas y latidos,
de luz y oscuridad.
Por vosotros estoy viva,
me reconozco,
soy.
                             Una tímida eternidad
                                de un capítulo en blanco.

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