Me va a poner tres bigotes de gamba congelada (la de Santa Pola se ha disparado, no sé si por inclemencias del tiempo, protección medioambiental o imprevisiones abusivas de última hora).
De segundo una raspa de besugo. Si cae alguna escama no importa. La nouvelle cuisine se presta a todo. La mezclo con mayonesa e igual invento un nueva delicatesen. Vaya usted a saber.
Necesito poner algo de verdura, por aquello del equilibrio metabólico. ¿Qué tal esas hojas de coliflor? ¿Están pochas? No, hombre no, están desestructuradas. Eso se lleva mucho en la gastronomía actual.
Y para postre… media docena de mascarillas. Sí, de las de FFP2, que más que protegerte del virus parece que te van a acompañar en una aventura galáctica. Sé que no voy a poder resistirme al dulce de algún beso, al almíbar de una caricia o a un te quiero susurrado bajito. Ya ve usted, soy así de golosa.
Este año no quiero turrones ni licores, igual se me dispara el test de antígenos y me sale positivo en embarazo. A estas alturas y con estas menopausias.
Por cierto, ¿le quedan zambombas? Prometo cantar los villancicos en el más estricto y silencioso playback, como si solo transitara el plumón de un ángel enfermo y desvalido, como si todo fuera un sueño en la recóndita fuente de la memoria. Como si nada de lo vivido fuera cierto. Como si nada. Como si todo. Como si nunca.
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