Bienvenidos al hogar de mi alma

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DÍA 34: Aplausos

Ya son las ocho de la noche. En mi casa no hay balcón pero sí unas amplias ventanas, suficientes para asomar las manos. Nunca pensé que pudieran servir para tanto, para tanto y tan poco.

Una lluvia de aplausos se desprende, como una catarata incontenible, desde la cima de hormigón, besa el asfalto, se impregna en las baldosas de la acera y merodea las esquinas, abrazando las solitarias farolas como meretrices esquivas.

Aplausos que entonan melodías de sinfonías agridulces, las mismas que quieren hablar de esperanza sobre los alambiques de la incertidumbre, esas mismas que ensordecen el miedo y lo dejan flotando en el limbo crepuscular de la noche naciente.

Tenemos una cita. Nos vemos mañana a las ocho.

DÍA 33: Un día menos

Hoy me he propuesto ser feliz.

Mi primer pensamiento: un día menos.

Pero hay tanto dolor en el mundo que me hiere hasta la mínima voluta de oxígeno que siento colarse entre mis pulmones. Siento que he sido injustamente privilegiada. Y no me gusta.

Muchos se han quedado en el camino. Otros andan batallando. Millones naufragan entre la incertidumbre, la impotencia y el desaliento. 

Hemos tocado fondo. 

El próximo paso: renacer.

Hoy me he propuesto ser feliz, lo justo para sobrevivir.

DÍA 32: Los días raros

Hay días que se escapan del presente para convertirse en sibilinas sombras de horas huecas, en desangelados presagios o cajones vacíos de esperanza muda.

Hay días que saben a azufre, al amargo desaliento de las almendras mortecinas o al estupor despectivo de una sopa yacente, sin cuchara y sin boca. 

Hay días raros.

Días como hoy: con sol y con lluvia; con luces y sombras; con perdón sin pecado.

Días para bordar banderas que piden la amnistía de la alegría.

Días raros.

Días olvidados por el calendario.

Días imprescindibles para la vida.

DÍA 31: La nostalgia

No se puede sobrevivir con la nostalgia como compañera.

No nos alimentamos del recuerdo.

Nadie puede avanzar teniendo los ojos pegados a su sombra.

-¿De qué sirve la nostalgia?- preguntó el clavel marchito al jarrón florero.

-Haber sido un amor efímero, ya muerto.

DÍA 30: República confinada

Nos quejamos porque llevamos un mes confinados en casa. Nos han quitado la libertad de pasear, hacer deporte al aire libre, comprar sin control en las grandes superficies, subirnos a los columpios o besarnos en la boca a la orilla de la playa.

Sin embargo, lo cierto, es que llevamos más de ochenta años confinados.

El confinamiento del silencio, la aceptación, el miedo y la falsa libertad. 

La sombra de la corona es alargada y, como los cipreses, muere de pie, aunque lo haga sobre el amurallado territorio del cementerio. 

Todos los confinamientos terminan un día. El día en el que, por fin, se abran los ojos.

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