A mi tía Juana
No pudo con ella el hambre, las enfermedades, la miseria, ni siquiera una dictadura que duró siglos y que aún está enquistada en los anales de la memoria olvidadiza de los altos estamentos.
No ha podido la ignorancia, el velo negro de las madres huérfanas,el inclemente silencio de los deseos muertos, ni siquiera ese saberse extranjera, siempre, en cualquier territorio de la esperanza.
A pesar de tener una habitante extraña en su casa, con su guadaña de místicos desvelos, espiándola cada día, ella soñaba con la vida.
Pero la muerte siempre es esa ramera de lascivas piernas que te alcanza antes de que se desplome el primer rayo de la madrugada, la última saliva de la pesadilla postrera. Tenía que ser en otoño, cuando caen las hojas, se descuelga el verano, tenía que ser hoy que cae la nieve como un aguacero de futura semilla derramada. Semilla de vida, de sueño, de muerte precipitada por los andamios de la historia.
Pero como nada nos vence, te regalo tu último legado. El legado de tus padres, de mis abuelos. La sangre que nos sigue transitando con la voz entrecortada pero siempre firme.
Adiós tía. Hermana de mi madre. Madrina mía.
Feliz Viaje, compañera.

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