Pero… ¿no ahoga?

¿Y si todos estamos viviendo una vida de náufragos ahogados en el océano de la incertidumbre?

¿Y si el oxígeno solo fuera un invento de los desmemoriados, de los ilusionistas que buscan la perfección en las olas ciegas, en las playas vacías, en la inmensidad finita de un destinto ciertamente baldío?

Quizá mejor reinventar las formas:

«Dios ahoga… pero no aprieta»