Bienvenidos al hogar de mi alma

Categoría: Genio y figura (Página 5 de 13)

¿Te acuerdas, Federico?


¿Te acuerdas, Federico?
Ya llevabas unos cuantos años fusilado, muerto, olvidado, desprendido del mundo y sus granadas,
desaparecido de la luz y de los ojos,
desgajado del tiempo y la memoria, como si un soplo de indiferencia engalanada
se te hubiera llevado el hígado y la sonrisa.
Unos cuantos años,
una eternidad de bigote gritón y pantanos inaugurados,
un universo en blanco y negro donde la voz era un simple simulacro de verdades ocultas.
¿Te acuerdas, Federico?
Yo tampoco.
Solo sé que te quiero.

Tiempo de piedras


Duras, redondas, grandes, pequeñas.
Místicas y profanas.
Silenciosas y esperpénticas.
Lascivas, tímidas.
Olvidadas.
Las que hieren,
las que reafirman,
las que nos hablan de la soledad de la vida.
Como diría León Felipe:
«Así es mi vida,
piedra,
como tú»


A veces llegan regalos que son pura vida

A veces llegan regalos que son pura vida,
latidos precisos, bocados en la nuca de la esperanza,
para saber que nada es tan baldío como una se imagina.
Gracias, hermana-amiga, por haber elegido mis bolsillos de palabras.
Te quiero.

 

MIS VERSOS SON TUYOS
                                   A mi hermana Sacra
Mis versos son tuyos,  ya no hay amor que menoscabe la átona tilde que pronuncian nuestras almas cuando los poetas nos reconocen en el purgatorio de las palabras.
Esos mismos poetas que planearon sobre nuestras cabezas en nuestros días de alcoba y pelos de gato,
de naranjas en un cielo crepuscular donde el papel gemía de placer
ante el mecanógrafo de tus dedos.
Sí, hermana, mis versos son tuyos, son de aquel sátiro andaluz que canta coplillas
en las negras aceras de una Nueva York infame,
de aquel que buscó su espectral Beatriz entre fuego y esperma de ángel,
de ese otro que con lengua asesina asestaba estoques a decrépitos nobles borrachos toledanos
allá donde el chileno era aún un nonato perfilando curvas de mujer en el paraíso de los eternos enamorados…
Mis versos son tuyos, tuyos y de nadie más,
son mis primeros pasos en mi infancia,
las efemérides de una pubertad silenciada,
de una adolescencia anárquica, de una madurez que promete ser firme y arropada,
porque tus brazos están ahí hermana… extendidos, pacientes, a la espera de que uno de mis versos,
tus versos, pierdan el equilibrio y caigan hacia el inevitable abismo de los que,
amamos tanto, tantísimo, la revolución del llanto.

                                                                                                           LETICIA LEAL

V Gala de las Artes y las Letras Cuentamontes

Vivimos rodeados de montañas, de arte y de letras.
El sábado pasado ascendí hasta unas de sus cimas. No importa el nombre, todas me son propicias, cercanas y amigas. Camara, Bateg, el Cid, Bolón… todas me abrieron sus sendas como gladiolos encendidos en sus múltiples aromas.
Pero además de mancharme con su pasión desbocada de romeros y huellas, también me regaló palabras, versos, suspiros alados, voluntades precisas y líricas miradas desde la última cúspide del amor más temprano.
Y es que Cuentamontes volvió a encender su incandescente linterna de lealtad infinita, su íntima pasión por la montaña y las letras, por la galanura literaria de la madre naturaleza.
Cuentos entroncados entre raíces aladas, poemas que se elevan hasta cúspides miméticas, fotografías que encuentran el instante preciso y manos que luchan, al compás de la vida, rescatando del lodo la primera semilla de la primavera.
Benditas montañas que abrigan el sinuoso tránsito de la vida del valle, donde el hombre se sienta a esperar su destino con el paso cansado de la historia silente.
Benditas montañas. Bendito arte que nos recuerda, cada día, la fugacidad inmortal de nuestra mirada colmada de esperanzas imberbes.
Vivimos rodeados de montañas, de arte y de letras. Gracias Cuentamontes.

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