Bienvenidos al hogar de mi alma

Autor: Sacra Leal (Página 90 de 98)

"Hacedora de versos" (lo que la RAE llama poetisa) ,maceradora de palabras en casi todos los formatos, actriz a ratos, madre en prácticas, ama de casa en contrato indefinidamente temporal...
Para saber del curriculum completo peguntar sin vergüenza...Se responde a todo y, de vez en cuando, con la verdad.

Descubrimientos de 2011 (II) : La Indignación

Reconozco que pocas veces he sido de sentimientos negativos, siempre he intentado buscar la parte positiva de las, incluso, caras ocultas del ser humano. Me ha costado muchísimo trabajo llegar a entender que pueda existir gente que se lucra y enriquece con la pobreza y miseria de los demás. ¡Tonta de mí… yo creía que aquello había pasado a mejor vida y que estaba enterrado junto a la negra historia de la España más inquisitiva!

Yo era de las que creía en la clase política. Cada día de elecciones era una puerta que se abría hacia mi voz y mis manos. Y siempre acepté las decisiones de la mayoría (aunque ni de lejos me rozaron). Este año ha sido como crecer de golpe desde la mediocridad social que me habitaba.

Lo siento, políticos de España, ya no creo en vosotros, ni en vuestras promesas, ni en vuestros mensajes de buena voluntad. Ya no quiero pagaros vuestros trajes de diseño, ni vuestras cenas en magníficos restaurantes con menús de cinco estrellas, tampoco regalaros zapatos, ni parcelas de terreno donde agonizan los pinos, la carrasca y la ardilla. Y no quiero ya ser generosa con vosotros porque mis amigos tienen hambre por vuestra culpa; porque no encuentran trabajo por vuestra mala gestión; porque no hallan esperanza de vida, por vuestros despilfarros; porque el único techo, al que tienen derecho es al de esperar que sus hijos sean tratados con un mínimo de dignidad, esa dignidad que no llega nunca.

Mientras me quede un hálito de esperanza, seguiré luchando.

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Vida compartida

                                                                       

                                                                        A Luis Martínez López

Apenas cabía su corazón en una copa cuando lo encontré, aleteando, sobre toda la primavera del valle dormido.

Yo quería regalarle una gardenia para los sueños imberbes de sus despedidas, unos bolsillos de felpa donde guardarse los ojos entre botones de espuma e imperdibles de lluvia, también el azul que inverna en las noches antiguas donde siempre se cantan las coplas efímeras de la añoranza.

Yo quería ser el hada que sueña posibles abrazos en la frontera frágil de su esperanza, pero en el reparto del mundo me tocó ser yo misma por los cuatro costados, y sobre el indefinible surco del océano dibujé su sonrisa engarzando atolones en el tiempo detenido de la memoria. Hoy el día acaba de sembrar de almendros el horizonte lírico de los besos y las palabras ya se quedan como frutales guijarros sobre el tenue aliento de la vida compartida.

Así quiero que llegue


Por aquí,
más dentro de la propia memoria,
más al sur del enconado habitáculo donde dormita el silencio,
más allá de la profundidad que ocupa el eco de la despectiva soledad.
Sin miedo,
aleteando como un febril carámbano de lluvia que buscara el pozo de la alegría.
Así, renacida y exhausta,
devorando la última luz de los planetas dormidos.
Así quiero que me llegue la daga de la muerte
cuando ya sea tarde para iniciar el vuelo.

La Constitución y mis cortinas

Pues sí, Marijusti, ya tenemos una Constitución con la edad de Cristo. Treinta y tres que nos acaba de cumplir. Y parece que fue ayer que aún sentíamos el rechinar de los dientes cada vez que se nombraba al señor bajito del bigote.

Que digo yo que la Carta Magna esta  ya se encuentra un poco mayor y hay que darle un enjuague, como a las cortinas de mi salón; que sí, que muy ornamentales y bonitas, porque son estupendas, igual me sirven para el invierno y para el verano; si llueve, me refugian de la humedad y si hace sol, algún que otro rayo se cuela para aliviarme la memoria, pero ¿Qué quieres que te diga?… llevan colgadas tantos años que hay que meterlas en la lavadora ya. Que si una mancha  de las leyes que han quedado obsoletas, mil agujeros por donde se pierde el trabajo de los que callan, remiendos de verdades a medias y desgarros inauditos en nombre de la democracia y con el voto renovado.

Tengo que lavarlas, darles un enjuague con lejía y con conciencia. Y, digo yo, no sé si a ti te pasa lo mismo,  pero igual se ha acercado el mar a mi ventana, porque últimamente se me cagan todas las gaviotas en mi constitucional cortina.

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