Como toda niña nacida en la década de los 60 nos llevaban a la cama en blanco y negro.
Después descubrimos que un señor pequeño con bigote nos había quitado el color de la tele para hacernos sentir más tristes.
Y ahora, con un montón de años más he descubierto que el color no está en la tele, si no en el corazón.
Mes: agosto 2013 (Página 3 de 3)
Yo solo sé que un día me desperté rezando.
Alguien me dijo: Dios existe, Dios te ama, Dios te espía.
A partir de entonces dejé de creer en la vida para prepararme para la muerte.
He sido pulcra, no he robado, ni deseado bienes ajenos.
He amado a un hombre entre las rendijas de mi memoria,
y al resto entre los escapularios de mis instintos.
Soy anarquica y desordenada, sobre todo con las preguntas,
nunca sé donde me dejo ni las bragas ni la memoria.
Rezo cuando me acuerdo y canto siempre,
aunque no entone.
Soy víctima de la vida.
Me siento feliz.
He llegado al límite.
Dios, me has despojado de tu carga.
Por fin, soy libre.
Ahora, tú y yo,
somos la misma persona.
La gente prefiere ser correcta a ser auténtica.
Felizmente triste a tristemente feliz.
Angélica y pura a puta y lasciva.
Ser hada en vez de bruja.
Ser príncipe en vez de bufón.
Ser margarita en vez de piedra persistente, doliente… eterna.
La gente prefiere imaginarse ser
aunque conozcan su propio destino.
Yo elegí ser… pese a todo.
Y así me va.
Aún estoy aquí.
Respiro.
Añado una semilla más a mi existencia.
La luz, a pesar de todo,
sigue encendiendo antorchas en el alféizar de mi ventana.
Sigo viva.
Y amo.
El resto,
seguirán siendo sílabas que se encadenan en las fugaces biografías de los sueños.
No le des más vueltas, la culpa ha sido de la cuerda de tender.
Se había vencido con el tiempo, ya estaba arqueada y sin color, apenas un mínimo hilo de costumbre la mantenía unida a la polea metálica que, chirriante y confusa, lloraba sin fuerzas por un leve aliento de viento más.
Y eso que lo intentamos con todo: los limpios algodones de bebé, el sutil encaje de las noches ardientes, las toallas con olor a lavanda de los días iguales o las sábanas dispuestas a pecados y sueños.
También compramos pinzas de colores: rojas de fresas y mermelada, azules de océanos inalcanzables o esas verdes que tintan esperanza más allá del patio vecinal.
Pero no ha podido ser, la erosión del silencio ha sido más fuerte que el cáñamo y la voluntad de supervivencia textil, la naturaleza ha impuesto su ritmo de verdades veladas y no nos acordamos de buscar una escalera para cambiarlas antes de estas tempestades.
No le des más vueltas,
la culpa ha sido de la cuerda de tender pero yo,
mañana,
me compro una secadora.
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