Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: agosto 2013 (Página 1 de 3)

Seres Tóxicos

Pues sí Mariangustias, a veces me siento como un matarratas, un «cucal» desenfrenado e indecente o el cianuro inclemente de los seres angelicales de la vida. Sí, hija sí. Digo seres angelicales porque se pasan todo el día tocándose los bajos de la lira, que si al menos sonara tendría su gracia. Pero me tienen hasta el moño de alas que no aletean por miedo a las alturas, palabras que se esconden tras silencios velados y prudencias santificadas en «ocultamientos» peligrosos por miedo al pecado. Yo lo tengo claro, son seres tóxicos que extienden su complacencia sobre el pecado inmundo de la vida. Ahora ya lo sé. Nací para vivir y de los altares espero sólo ese diminuto silencio que precede a la batalla, ese aliento de esperanza constante antes de la última herida, del fatal desenlace de las crisálidas. Lo demás, ¿qué te voy a contar a ti?, es puro marketing de películas trasnochadas de Hollywood, diálogos decadentes e imprecisos en la cumbre del éxito, la parafernalia imprecisa de la gente que sueña más allá del horizonte. «Peter Panes» que no han crecido pero que saben como emplear su dualidad de niños para tocar los bajos, y esta vez sin lira.
Mariangustias… Mariangustias… ¿me estás oyendo?… ¡¡hala otra que pasa de mis palabras, si es que cuando yo digo que tendría que haber nacido muda…

Te quiero todos los días


Te quiero todos los días.
Incluso cuando no sabía que existías.
Incluso cuando no sabía si existirías.
Incluso cuando yo no existía si tú no existías.
Te quiero ahora que los días se nos hacen pequeños
y las noches eternas.
Te quiero cuando tu sonrisa lo llena todo,
como una cascada de vida interminable,
en las interrogantes absurdas de los adultos
que siguen buscando el grial inconsciente de sus besos sin norte.
Te quiero porque llevas la sangre de mis deseos,
el estigma maculado de mis enérgicos besos,
la sed, el hambre, el sueño…
Te quiero porque todo allá donde mire
lleva tu nombre, el paisaje de tus ojos,
la infinita clemencia de tu latido preciso y sentido.
Te quiero tanto que,
en un alarde de romántica esperanza,
espero que me recuerdes con la benevolencia de la luz que transita
estos días apagados de verano.

¿Te acuerdas, Federico?


¿Te acuerdas, Federico?
Ya llevabas unos cuantos años fusilado, muerto, olvidado, desprendido del mundo y sus granadas,
desaparecido de la luz y de los ojos,
desgajado del tiempo y la memoria, como si un soplo de indiferencia engalanada
se te hubiera llevado el hígado y la sonrisa.
Unos cuantos años,
una eternidad de bigote gritón y pantanos inaugurados,
un universo en blanco y negro donde la voz era un simple simulacro de verdades ocultas.
¿Te acuerdas, Federico?
Yo tampoco.
Solo sé que te quiero.

Aburrimiento veraniego y otras cosas más


Me aburren los poetas de fórmula.
Los elitistas del verso.
El almidón de la palabra.
La egolatría del verbo imperfecto.
Me aburren los líderes de la justicia.
Los estilistas de la memoria.
Las cruzadas patéticas del pensamiento.
Y los políticos poéticos del sentimiento.
Me aburre aburrirme de la vida.
Me aburro de aburrirme de mí misma
para saber que soy lo único que tengo
… a pesar de todo.

Ahora llega la resaca


Ahora llega el bajón.
La resaca del tiempo perdido.
Del amor abortado.
De la soledad vencida en imágenes difusas de esplendor.
Ahora llega el silencio,
abandonar la espada,
intentar sumergirse en el olvido,
dejarse llevar por la quimera del naufragio
en volutas de sal embravecida.
Ahora solo queda mirar hacia atrás
y dar por bueno todo lo aprendido,
aunque no fuera cierto.

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