Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: febrero 2012 (Página 1 de 4)

La divinidad, el arte y la esperanza

Me estoy volviendo omnipresente.

Igual me convierto en diosa un día de estos. En etérea papisa, en reina incorrupta o en premio nobel condenada al exilio de los ataúdes vacíos.

Creo que me va a faltar vida para tanta explosión de júbilo.

Mientras tanto respiro y dilato mi agenda como un voluta de oxígeno enamorado.

Bendigo el instante en el que decidí ser tan distinta como yo misma y me persigno ante los altares del teatro y la poesía.

El mañana, como la eternidad, es sólo un punto suspensivo en el vértice de una lágrima, y ya no me quedan pañuelos ni calendarios para ahogarme en la autocompasión del latido.

Ahora dejadme que siga hilando hebras de esperanza sobre la vanidad de la ruecas rotas, que la ventana se me ha poblado de mariposas y tengo que darles luz y versos para que sigan volando hacia el segundo ínfimo de la melancolía.

Cuando el grito aprieta, llamemos a los poetas: Ángel González


Como un río de vendavales azules, el grito emerge desde la soledad del silencio para instalarse en las bocas hambrientas de vida. Sólo un rumor de vocablos baldíos que encadenan deseos sobre la lava del tiempo, ya petrificada en las memorias imberbes. Es el aullido de la impotencia y el frío, la puerta cerrada que oculta candados en la fiereza del deseo, la desvestida ventana por la que circulan gentes con el rostro ensimismado en la escrupulosa desidia. Todos gritan, pero hacia dentro, sobre el pozo crepuscular de sus ojos vacíos, sobre el latido fugaz de sus vísceras desenamoradas.
Es entonces, el momento de llamar al poeta para que traiga el grito hecho verso, hecho luz en la noche del calendario.

Elegido por aclamación
Sí, fue un malentendido.
Gritaron: ¡a las urnas!
y él entendió: ¡a las armas! -dijo luego.
Era pundonoroso y mató mucho.
Con pistolas, con rifles, con decretos.
Cuando envainó la espada dijo, dice:
La democracia es lo perfecto.
El público aplaudió. Sólo callaron,
impasibles, los muertos.
El deseo popular será cumplido.
A partir de esta hora soy -silencio-
el Jefe, si queréis. Los disconformes
que levanten el dedo.
Inmóvil mayoría de cadáveres
le dio el mando total del cementerio.

Ángel González de «Grado elemental» (1962)

Cuando el silencio aprieta, llamemos a los poetas: Rafael Alberti

De repente la vida se queda muda. Las calles se aletargan en un silencio permisivo y a un eco de llantos ahogándose detrás de las persianas. Se enmudecen las fuentes y sobre el horizonte de la desidia, el viento de la costumbre y el conformismo instala sus zarpas sobre los violines callados.
Una esfera de impotentes aristas se desangra sobre la memoria.
Ya no canta nadie, ni siquiera se escucha el eco de una nana para dormir a los huérfanos del beso.
Es el momento de levantar la voz.
Es el momento de llamar a los poetas.

Canción 12
Sé que el hambre quita el sueño.
Pero yo tengo que seguir cantando.
Que la cárcel nubla el sueño.
Pero yo tengo que seguir cantando.
Que la muerte mata el sueño.
Pero yo tengo,
yo tengo que seguir cantando.

Rafael Alberti de «Baladas y canciones del Paraná» (1953-1954)

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