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RENDIRSE

Todos los días me rindo un poco.

Es como si la aventura vital se hubiera convertido en un extraordinario resort de vacaciones insulsas, sin palmeras ni revoluciones, sin mosquitos tigre ni caipiriñas caducadas. Sin amaneceres eróticos o levitaciones eucarísticas.

Apenas me dura el aliento de un segundo, calzarme el desorden de las zapatillas o recolocarme la menta entre los molares y los caninos.

Sin embargo, todos los días me rindo un poco más.

Lo hago en silencio y de puntillas para no despertar al virus de la melancolía, para no afianzarme en la podredumbre de mi fracaso. Y me miro al espejo con la exacta benevolencia de los que, a pesar de todo, siguen ondeando la bandera de una victoria nueva.

Me peino el cabello y el alma, y salgo a la calle como si no pasara nada, tan solo el viento.

MARTES 16 XL: Por amor al amor

Por amor al amor me levanto cada mañana.

Abro las ventanas, saludo al nuevo día, mientras una brisa de incontable alegría se instala en los adoquines desgastados por el uso del camino. Y cada paso es destinado a cruzar los puentes que me separan de ti. De ti que estás sufriendo, de ti que llevas la herida de un destino incierto, de ti que tienes miedo, de ti que has sido cazado por el dolor y la amargura. 

Cada uno de mis pasos es tuyo, cada voluta de oxígeno, cada palabra desprendida de este discurso ambiguo y sin tildes, escarchado de llamas, oloroso como un huerto explosionando bajo un parto de abril

Por amor al amor me levanto cada mañana.

Por amor a ti. Por amor a la vida.

DÍA 8: Como si fuera lunes

Como si fuera lunes. He madrugado. Me he aseado y vestido para salir al trabajo. 

El teléfono móvil estaba cargado.

En el bolso nada faltaba: mi agenda,  dos bolígrafos, las llaves, un carmín para no desfallecer la sonrisa y la cartera con algunas monedas, suficientes para la necesidad del día. La documentación y unos cuantos caramelos de menta.

El café descafeinado pero intenso. La tostada crujiente con su aceite de oliva virgen. Y unas pocas nueces para la mañana.

Me he vuelto a mirar al espejo, con el asombro del que se descubre, un día más, frente a la vida.

Hoy llueve, he cogido el paraguas.

Al salir al balcón he sonreído con la ingenuidad de una adolescente que acaba de encontrar su primer amor.

Hoy tampoco saldré de casa.

MORIR O NO MORIR, ESE ES EL DILEMA

 

                                                        Para Ángel Hernández y María José Carrasco

Si alguna vez me sientes muerta,
déjame ir.
Si he muerto y no me he dado cuenta,
déjame ir.
Si me apetece morir,
me hastía vivir
o me aburre la propia existencia,
déjame ir.
Déjame ir porque necesito ver en tus ojos
el amor en la pura libertad de ser y elegir.
Si no te reconozco ni me reconoces.
Si tu nombre ya no sabe a piedra, yerba, ni siquiera a asfalto.
Si los calendarios se reducen a números escuálidos,
redondos enigmas de cifras incomprensibles,
déjame ir.
Déjame ir con la eternidad frágil
de esos ángeles que piden descoser sus alas
cuando la vida se vuelve desfavorable para el aliento.
Déjame ir.
Ayúdame a ir.

También para ti, querido Alberto Cortez, espérame. Gracias por tanto.

 

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