Voy a quedarme sin disfrutar de muchos paisajes, sin conocer a tantos niños que, seguro, sembrarían de inocencia mi desconchada alfombra solidaria, sin leer verdaderas palabras que hablan de amor más allá de la letra impresa y sin poder interpretar aquel aguerrido personaje que llena el escenario más allá del mutis y el aplauso.

Pero si miro hacia atrás, si sólo doy un vuelco de ojos a mi alrededor, no puedo más que sentir que el mundo ha sido benévolo y fructífero conmigo. Así pues, he desempolvado mi silla de pensar, de pensar con alegría, para bendecir cada segundo que he andado por los caminos de este mundo. Con mis aciertos y mis errores, mis inquietudes y pozos vacíos, mi eternidad tan fugaz como un suspiro que se enreda en la eterna pregunta.

Porque he descubierto, aunque no lo parezca, que la tranquilidad vive en mí y yo en ella.