Bienvenidos al hogar de mi alma

Etiqueta: sociedad

Carta abierta al día de hoy

 

Señores políticos, banqueros, y monarcas en general:
Estando, todavía, en completas facultades mentales (hasta que acaben de retirarme, definitivamente, mi asistencia sanitaria y entonces cualquier cosa puede pasar…) quiero pedirles un pequeño favor, si pudiera ser de vuestro agrado o, acaso, estuviera dentro de vuestra insigne agenda de beneplácitos y otras solidaridades:
¡¡Necesito tener vacaciones!!
Pero no las del Caribe, ni las de las bolsas de Suiza, ni siquiera las del chiringuito de Benidorm. Necesito que ustedes me dejen descansar durante, al menos un mes.
Treinta días paradisíacos en los que, cuando abra un periódico, encienda la televisión o el wasap se me desborde, no sea para enseñarme otra desvergüenza más, otro robo más, otro espolio más, otra mentira más, otra puñalada más,… otra bufonada más.
Llevo años dejándome la imaginación en los escenarios de nuestro país, desgranando sílabas en poemas que se quedan latiendo al borde de las páginas vacías, colaborando con la sed y el hambre, de lo que ustedes, todavía, no saben solucionar (a pesar de aportar mi contribución para ello, es decir, sus sueldos)
Denme solo treinta días y regalenme noticias felices, de esas en las que los príncipes tenían sangre azul y enamoraban a princesas que besaban labios de sapos. Traigan a mi mesa el agua de los manantiales justos, la sopa de los líricos andamios y esos postres que llevan el azúcar de los días iguales, de los segundos distintos, de la vida que se estrena cada instante para hacernos eternamente felices en nuestra condición natural.
Descansen de sus intensas vidas de corruptelas y juzgados, lapidaciones y condenas, sollozos y perdones que se esconden entre el lacónico rictus de la infamia y el descaro. Descansen de ser dioses en un mundo que cada vez se siente más ateo.
Esperando que atiendan este humilde escrito y me concedan la luz de su entendimiento (si es que aún les queda). Me despido desde la ensoñación de saberme, pese a todo, viviendo en un mundo libre.

Malos tiempos para la lírica

Decía Germán Copinni hace unos años que corrían “malos tiempos para la lírica”. Lo que no se aventuró a vaticinar es que correrían malos tiempos para todos: para el que trabaja, para el que emigra, para el que sueña, para el que espera… Malos tiempos para la cultura, para la sanidad, para la educación, incluso malos tiempos para nuestra arteria viva, el río Vinalopó.
No corren buenos tiempos para la gente honrada pero sí para los mangantes institucionacionales, con corona o derechos de urna. Sí para los que han hecho de su trabajo constitucional una argamasa de “quiero y no puedo”, “te doy y me dejas” o “espera… que después yo te voy a recompensar por tus servicios no prestados”.
Hemos vuelto, de repente, al Siglo de Oro, y, por lo tanto, no sé si es el mejor momento para la lírica, pero sí para la bufa y el escarnio, para resucitar a Quevedo, para santificar a Lope, es el momento estelar para que la voz del poeta del hambre se alce con la bandera inclemente de esos siglos que, como en un patético carrusel que siempre gira en torno a los serviles silencios, salga a la calle para vestirla de belleza y realidad.
Van a despedir a 24 profesores en Elda, hay que limpiar el río Vinalopó y un cierto tufo a presunciones indecorosas sobrevuela la Casa Consistorial. ¿Se puede pedir más?…¿se debe esperar menos?…
Lo cierto es que nunca han corrido buenos tiempos para la lírica, por eso quizás sea el momento de resucitarla de entre tanto escombro gubernamental.