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Hamelín

Tal vez fuera más fácil desaparecer,
perder la huella, el recuerdo, la memoria…
pero no tengo ningún mago a mano
si acaso un vecino flautista
que convive con ratas
desde que fue expulsado de Hamelín.

de «Pájaros en la memoria» (2007)

El momento es hoy

Todo lo que no piense hoy me va a faltar mañana:
La medida de la harina en el bizcocho de la abuela,
la tilde descabalada en el soneto imperfecto,
el céntimo indeciso en el bolsillo descosido
o la dosis del suavizante sobre las mangas remotas del viento.
Todo lo que no te ame hoy me va a faltar mañana:
El beso que te niego por inclemencias del tiempo,
la caricia que se olvida sobre la prisa de la mesa,
ese roce eléctrico de las lenguas encontrándose
o la piel que se estremece bajo los tímidos abrigos.
Todo lo que no te adore hoy me va a faltar mañana:
enseñarte a librarte de llantos y sonámbulos,
allanar el camino de vuelta hasta el útero de nuestra casa,
regalarte la vida, a sorbos de esperanza,
o bautizar estrellas con el albor de tu nombre.
Todo, mañana, será pasado fugaz y baldío,
barro manchando la memoria de un viento que sueña cimas
en la cresta del olvido.
Todo nada.
Letargo de un latido sollozando a oscuras en el túnel del tiempo.

Deberían existir días en el calendario

Deberían existir días en el calendario,
o mejor… no existir.
Días como hoy, por ejemplo,
un hoy sin numeración, sin nombre.
Días vacíos de celebraciones y milagros,
hueros de acontecimientos,
de multas y pecados.
Días como hoy, sin presente,
en los que nada nos evoque el pasado,
en los que nadie nos empuje al futuro.
Días ausentes de sal, carentes de azúcar,
pletóricos de aburrimiento y euforia,
en los que Dios y Satán, multiplicando peces,
descansen de su labor germinal.
Días como hoy, un hoy sin muerte, sin vida,
un hoy en el que presentarse ante el espejo,
desnudos, con el alma de la mano
y sonreír felices, y enamorarse de tanta suerte.

de «La Revolución del Llanto»Editorial Torremozas (1994)

Ruina enamorada

Hacemos una ortografía perfecta, solo que a veces se nos olvida poner algunas tildes, especialmente aquellas en las que hablando de mí se me cuela algún tú.
Así que al final he acabado por aceptar que no siendo filóloga ni lingüista estoy enamorada y, como diría mi reina, eso es algo que arruina la vida a cualquiera.

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