Si no hay nada más urgente que hacer en este día como otros. Si cada cosa está en su lugar, cada alma en su hombre, cada niño en su sueño, cada astro en su cielo… ¿por qué no fecundar el futuro amándonos sin límite?
Ahora quiero quedarme aquí, llorándome hacia dentro, sobre los zapatos, entre las sábanas. Desencadenándome en una tormenta de imprecisos balcones. Agrietada, infinitamente taciturna, lejos del mundo y su memoria, como flotando sobre el asfalto, sobre el diario enigma que me empuja a respirar.
Deberían existir días en el calendario, o mejor… no existir. Días como hoy, por ejemplo, un hoy sin numeración, sin nombre. Días vacíos de celebraciones y milagros, hueros de acontecimientos, de multas y pecados. Días como hoy, sin presente, en los que nada nos evoque el pasado, en los que nadie nos empuje al futuro. Días ausentes de sal, carentes de azúcar, pletóricos de aburrimiento y euforia, en los que Dios y Satán, multiplicando peces, descansen de su labor germinal. Días como hoy, un hoy sin muerte, sin vida, un hoy en el que presentarse ante el espejo, desnudos, con el alma de la mano y sonreír felices, y enamorarse de tanta suerte.
«Hacedora de versos» (lo que la RAE llama poetisa)
Maceradora de palabras en casi todos los formatos.
Actriz a ratos.
Madre en prácticas.
Ama de casa en contrato indefinidamente temporal.
(Para saber del currículum completo, preguntar sin vergüenza. Se responde a todo y, de vez en cuando con la verdad.
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