Indagando en la triste realidad de las mujeres de Afganistán, me encontré con NADIA ANJUMAN, activista feminista y poetisa. Una mujer que, con la llegada al poder de los talibanes, tuvo que abandonar sus estudios, disfrazarse con un burka y someterse a los dictámenes de un marido que no había elegido. Fue asesinada por su esposo a los 25 años.
Como legado y testimonio de una vida abocada a la injusticia y el dolor constante, nos ha dejado sus versos. Versos que hoy revolotean pidiendo ser liberados de su enclaustramiento.
Llámame a la hora que sea. Cuando dije he puesto a tu nombre todos los años en adelante, quise decir eso mismo: Alértame la calma en todas tus formas, hiéreme con tus promesas, no tengas miedo.
Así no vengas, no es necesario decirte que siempre te espero.
Cuando todas las palabras, esas frutas hermosas, las deseadas, fueron usadas como cualquier cosa, decidí tragarlas. Pelar cada adjetivo con los dientes, chupar cada vocal desde la pulpa y que caigan los jugos de comas y puntos suspensivos. Esas frutas amadas, las palabras transgredidas por otros, las rescaté, las devoré. Hoy están a salvo, son mi cuerpo.
«Hacedora de versos» (lo que la RAE llama poetisa)
Maceradora de palabras en casi todos los formatos.
Actriz a ratos.
Madre en prácticas.
Ama de casa en contrato indefinidamente temporal.
(Para saber del currículum completo, preguntar sin vergüenza. Se responde a todo y, de vez en cuando con la verdad.
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