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A mi prima Conchi
Siempre hay una luz encendida al fondo del pasillo, en las rendijas de la ventana o en la puerta del horno.
Una luz que solo necesita alimentarse de luz, de alegría y esperanza.
Esa llama inolvidable que se desliza por las hogueras del alma y que se vuelve incandescente e imperecedera.
El latido que ahora ha dejado de ser música para convertirse en eternidad.
La luz sigue encendida.
Gracias por tanto.
Nos veremos pronto.
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