Bienvenidos al hogar de mi alma

Categoría: Taller del asombro (Página 4 de 4)

El maletín del enfermero Tarín

Pastillas de fresa para la mala conciencia. Unas gotas de jarabe de agua para el dolor de memoria. Tres apósitos de mermelada cuando el desamor aprieta y un masaje en la ternura cuando se altera la neurona del olvido. Hay que seguir una dieta estricta de risas y besos. Ejercicios a diario para los males de optimismo y una faja de gomaespuma desde las cervicales del odio hasta el tobillo de la pereza. No olvidarse de diluir dos grageas de regaliz al llegar el mediodía en medio vaso de suspiros, y tomarse la temperatura, en la frente y con termómetro de lluvia,  cada vez que el reloj nos recuerde la hora de reír.

Después, relajarse mirando a levante con los ojos renovados de los niños que fuimos hace apenas dos días y rezar el salmo de los dioses lunares con la devoción azul de los ateos imprecisos. Si acaso la melancolía quisiera persistir, sólo una inyección de luz en la séptima costilla por aquello de evitar un trasplante de sicóticas efervescencias.

Por la noche, eso sí, nunca viene mal la explosión jubilar del lírico supositorio para acabar entregados, sobre la extenuación del paraíso, a la voraz locura del milagro de vivir. Y cortisona para el amor, y aspirinas para la esperanza, y tiritas para las heridas del llanto… y abrazos, y sonrisas, y luz…

Todo eso me encontré cuando, buscando esperanza, me asomé al maletín del enfermero Tarín.

Te regalo la luna

alberto rodriguez lopez             
          Para Alberto Rodríguez López
Aquí mismo, como encendida entre caracolas y diamantes,
lívida de amaneceres entre enfermizas fronteras,
sueños imposibles o inútiles galeras que surcan
los paisajes ignotos de la esperanza.
Ahí está, alumbrándonos el horizonte,
magnánima y entregada, ardientemente vaporosa,
feliz sobre su propio influjo de diosa persistente.
Esa misma que nos alumbra el viaje
y que es tuya y mía sobre el instante fugaz del tiempo,
la que nos lapida y envuelve,
esta que nos nombra.
       Esta luna… esta eternidad
hecha segundo sobre un kilómetro más de vida.

Foto: Luis Martínez López

Entre la luz y el asombro

                                             Para Antonio M. porque sé que me escucha

Así, moviéndonos en la delicada línea que evoca un suspiro.
Más allá del  ínfimo espacio que invoca el silencio.
Deambulando entre la luz del olvido y la sombra del tiempo.
Así, lanzando dardos de premura constante,
eternidades envueltas en líricos hilos de plata,
llantos que engarzan  las manzanas agridulces del presente.
Así, renaciendo sobre el asombro del mundo,
más allá del útero fugaz de los débiles alambiques del miedo.
Así, respirando sobre la eternidad del latido profundo,
lleno de vida, por fin…  eternamente…

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