Ven, tengo algo que contarte.
Fuera de los alambiques de la esperanza llueve.
Más allá de los cántaros y las cenefas,
en el hondo crujir de los hojaldres y
en el frutal arrecife de la despensa.
Llueve más allá de este silencio que nos acoge
sobre el íntimo deambular de los días iguales.
El paisaje se detiene,
sabe a repentina arena,
sólo la sílaba permanece
en este instante mágico donde nos encontramos al borde
de una nueva verdad desvelada.
Tengo algo que contarte…
pero tú ya lo sabes.
Categoría: El verso en el ojo (Página 1 de 2)
Me dijo:
-No quiero que te cuelgues por mí, soy un espíritu libre y no entiendo de leyes ni normas, de papeles ni firmas, de condenas voluntarias en el nombre del amor.
Yo lo entendí a medias,
sobre todo porque, cuando me despojé del cuerpo,
lo encontré buscándome sobre la cimbreante percha
que todavía olía a roble y vodka.
Nos tanteamos los bolsillos.
Seguimos siendo amantes todavía pese al tergal mohoso
y el desgarro frutal de los díscolos dobladillos.
Foto | Hisano Hisashi-1939
Respiro a través de los poros del teatro.
Gracias por haber llegado a mi vida.
Que quede constancia:
«Soy afortunada, amo mi trabajo y sé que mi trabajo me ama a mí»
El amor trepa por las colinas de la tétrica esperanza de vivir.
Lagarto inclemente cruzando ventanas de humo,
ígneos manantiales de caricias nevadas.
Y la vida lejos,
como ahuyentando palomas y enjambres de agonía.
Todo es sencillo porque nada perdura para siempre.
El universo entero cabe en un huevo.
Un huevo que acaba convirtiéndose en tortilla
y que aplaca el único hambre al que aspiramos:
sobrevivir más allá de nuestros propios enigmas.
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