La memoria, de repente, se nos vuelve frágil.
Todos somos emigrantes.
En algún momento hemos sentido la lanza del desprecio. La herida del abandono. El desgarro de la humillación.
El mundo es un infinito campo de refugiados abonado por los huesos del llanto.
Hemos entrado en el bucle descarnado del desaliento.
En el desordenado caos de la desmemoria.
Si ellas no pueden ser libres.
Yo tampoco.
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