Aunque el mundo se detenga. Los semáforos dejen de funcionar. Cierren los colegios o los bares se conviertan en terrazas solo pobladas de palomas. 

Aunque los autobuses circulen vacíos por autovías desiertas, con el asfalto intacto y sin velocidad. Los columpios se muevan sin niños, a merced de una brisa descafeinada e insulsa.

Aunque el reloj haya desencajado sus saetas, el calendario sus días festivos o las banderas se destiñan en el silencioso ondear de un paisaje mortecino.

Aunque todo parezca muerto y vacío… Siempre nos queda la creatividad.

La creatividad como voz.

La creatividad como bandera.

La creatividad como esperanza.

La creatividad como libertad.

Y dejarse llevar por su viento. Y volar, volar, volar…