Pues sí, Marijusti, ya tenemos una Constitución con la edad de Cristo. Treinta y tres que nos acaba de cumplir. Y parece que fue ayer que aún sentíamos el rechinar de los dientes cada vez que se nombraba al señor bajito del bigote.

Que digo yo que la Carta Magna esta  ya se encuentra un poco mayor y hay que darle un enjuague, como a las cortinas de mi salón; que sí, que muy ornamentales y bonitas, porque son estupendas, igual me sirven para el invierno y para el verano; si llueve, me refugian de la humedad y si hace sol, algún que otro rayo se cuela para aliviarme la memoria, pero ¿Qué quieres que te diga?… llevan colgadas tantos años que hay que meterlas en la lavadora ya. Que si una mancha  de las leyes que han quedado obsoletas, mil agujeros por donde se pierde el trabajo de los que callan, remiendos de verdades a medias y desgarros inauditos en nombre de la democracia y con el voto renovado.

Tengo que lavarlas, darles un enjuague con lejía y con conciencia. Y, digo yo, no sé si a ti te pasa lo mismo,  pero igual se ha acercado el mar a mi ventana, porque últimamente se me cagan todas las gaviotas en mi constitucional cortina.