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Categoría: A quien corresponda (Página 12 de 12)

La Constitución y mis cortinas

Pues sí, Marijusti, ya tenemos una Constitución con la edad de Cristo. Treinta y tres que nos acaba de cumplir. Y parece que fue ayer que aún sentíamos el rechinar de los dientes cada vez que se nombraba al señor bajito del bigote.

Que digo yo que la Carta Magna esta  ya se encuentra un poco mayor y hay que darle un enjuague, como a las cortinas de mi salón; que sí, que muy ornamentales y bonitas, porque son estupendas, igual me sirven para el invierno y para el verano; si llueve, me refugian de la humedad y si hace sol, algún que otro rayo se cuela para aliviarme la memoria, pero ¿Qué quieres que te diga?… llevan colgadas tantos años que hay que meterlas en la lavadora ya. Que si una mancha  de las leyes que han quedado obsoletas, mil agujeros por donde se pierde el trabajo de los que callan, remiendos de verdades a medias y desgarros inauditos en nombre de la democracia y con el voto renovado.

Tengo que lavarlas, darles un enjuague con lejía y con conciencia. Y, digo yo, no sé si a ti te pasa lo mismo,  pero igual se ha acercado el mar a mi ventana, porque últimamente se me cagan todas las gaviotas en mi constitucional cortina.

Milagros imposibles

 

Una siempre espera que surja el milagro:
volver al útero en su feliz letargo,
que las urnas se vuelvan generosamente honradas,
que el beso llegue al labio de la esperanza antes que al olvido
y que deje de llover, o no, en las aceras de la sonrisa.
Pero el milagro no llega y las hordas del desaliento afilan sus guadañas, así que no queda más que hidratarse el verbo para subrayar el aliento con el gozo preciso de los enamorados rotundamente finitos.

Yo soy la reina

 

Cuando mi madre me dijo que yo era la reina de su casa me lo tomé tan en serio que no he parado hasta conseguirlo. Después vinieron varias princesas y un príncipe para colmar la corte de bendiciones, griteríos varios y algún que otro soponcio maternal.

Ser la reina me está trayendo muchos quebraderos de cabeza y alguna que otra angustia vital y teatral, pero, ¿para qué negarlo?… me gusta el poder, sobre todo cuando es compartido y querido desde la misma entraña de la viscerabilidad.

Así que, próximamente, en los mejores teatros del mundo mundial, “Que me quiten lo bailao” con Carasses Teatro y no olvidar que: “Yo soy la reina”.

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