Me gusta el olor de las manzanas y el de tu aliento nevado sobre la cordillera de mis senos.
Me gusta saber que me gusta disfrutar del calendario, con sus enconadas escaleras, sus paredes de alabastro y esos herméticos pozos donde jugamos a meternos mano como si Dios existiera y los políticos fueran honrados.
Me gusta jugar a que soy prostituta y que cobro tan poco, que ni siquiera me llega para un primer plato de orgasmo.
Me gusta escribir sobre el clítoris de la memoria y dejarme desbordar por la lluvia ácida de los besos,
me gusta besarme entre los párpados con la lengua sinuosa de la luz que emerge
a través de la lencería de encaje que cuelga de las rígidas cuerdas de tender.
Me gusta tenderme al sol de tus ojos y abandonarte luego.
Me gusta desnudarte con el solaz divertimento del silencio,
y bajar la cremallera con los dientes llenos de ascuas, abrasando los vergeles de los oasis yermos,
para luego, atendiendo al teléfono,
saber que me esperas siempre desnudo de pupilas hacia arriba.

Foto : Lou Smith