Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: marzo 2012 (Página 2 de 5)

Boquitas de Besugo (I)

“Creo que el matrimonio gay debería ser entre un hombre y una mujer” (Arnold Schwarzenegger)
“Aunque fue un accidente muy grave, no le quedaron espuelas” (Malena Gracia)
“Siempre que veo la tele y veo a esos pobres niños hambrientos en todo el mundo, no puedo evitar llorar. Quiero decir, me encantaría ser así de flaquita, pero no con todas esas moscas, y muerte, y esas cosas” (Mariah Carey)
“Me gusta ir a Roma porque allí nació Jesucristo” (Shakira)
“Soy mayor, pero no tanto como para ser del parque jurídico” (Carmen Sevilla)
“La Edad Media es hasta que los seres humanos hacen la escritura y hay como tres partes: Paleolítico, Neolítico…” (Belén Esteban)
“El dinero público no es de nadie” (Carmen Calvo)

Crónica de un viaje al centro de la amistad


                                                                                    Para Sango, Antonio y Alberto.
Los patos deslizándose por el Tajo sobre el rumor de los bocadillos. A lo lejos el Alcázar rememorando historias ya vencidas. Un paseo entre armaduras con olor a calamares fritos mientras callejear se convierte en el espléndido pasatiempo de los persistentes turistas. Allá lejos el horizonte, pintando nubes manchegas sobre la plácida alfombra de Castilla la llana. Un café, una cerveza y un helado de vainilla. Un camarero peinado sobre la antipatía de la autovía. Gasolina y musgo. Lluvia cayendo sobre el pavimento de Béjar dormido. Un abrazo vestido de galas monárquicas y una estatuilla de bronce con dos consonantes que saben a hornazo casero. Un bocata de jamón para iniciar la madrugada y el sueño cayendo sobre las sábanas recién planchadas. Café con leche, tostada y despedida. La Virgen del Castañar con su barroco insistente. La nieve de Candelario, las batipuertas y el pan. El barrio judío de Hervás con su gato-guía medio bizco. El castillo de Oropesa, sus callos y un cortometraje con encanto. La autovía y las cervezas, y las canciones, y los sobaos con chocolate, y Madonna que no aparece. Y el mundo. Y la vida. Y la amistad. Y la noche, nuevamente, recibiéndonos a escondidas sobre el manto cálido de nuestra casa.

Cuando el hambre aprieta, llamemos a los poetas: Vicente Llorente

No podemos evitar este ronroneo persistente que se instala en el estómago los días de lluvia desafinada. No conseguimos aplacar la voracidad de los músculos que, bailando sobre espasmos ensimismados de remoto olvido, nos recuerdan el paisaje nocturno de farolas llenas de prostitutas y humo. Es imposible detener el hambre aunque un atragantamiento veloz nos recuerde el poder de la muerte más allá del musgo y las viandas, aunque un coletazo de indigestión nos desvele el tránsito de la hiel sobre el paladar dormido de los exiliados. Entonces, en ese segundo de desfallecimiento letalmente enamorado, es cuando hay que llamar a los poetas.

En este bocadillo de fiesta
que es a veces la vida
tenemos los años
el tiempo
los amigos
las risas bañadas en aceite.
Pero también hay un hueco
en nuestras viandas
para la nostalgia en su punto
para la fiebre hervida
para el dolor con clavo y otras especias.
Después de todo, el mar
empuja la herida que se atraganta
en la boca del miedo… ¿de postre?
Tomaré otro abrazo de nata
otro beso de chocolate.
La esperanza, como el hambre,
suena en mis tripas. Sobre la mesa
un plato vacío.

Vicente Llorente de «Menú del día» (2007)

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