Bienvenidos al hogar de mi alma

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DÍA 84: Cuídate

Mientras respiro caen millones de estrellas. 

El oxígeno se convierte en volutas minúsculas que inflan mis pulmones de vida. 

Más allá de la corteza celeste que nos envuelve, una legión de purpúreas esencias apuestan por el futuro. 

El latido se perpetúa. 

Cuídate, luz

Cuídame, vida.

DÍA 83: Prefiero

Puestos a elegir, yo también prefiero las conversaciones descaradas, los poemas descarnados, los desnudos placenteros y los odios espantados. 

Puestos a elegir, ya no quiero morderme los labios, ni tragarme la saliva, ni regurgitar la bilis infecta de los sucios pensamientos.

Puestos a elegir, elijo el camino que me lleva a mi inicio, aunque quede a las puertas del mismísimo infierno. 

Puestos a elegir…

DÍA 82: El camino equivocado

¿Y si de repente te das cuenta que has equivocado el camino?

Es imposible retroceder.

La duda es un espejismo en una vida nunca planificada.

He cometido tantos errores como éxitos recibidos.

Valió la pena subir el telón.

Pese a todo, no me arrepiento de nada.

DÍA 81: Regreso a la luz

Para Nacho

La luz vuelve a la luz con el silencioso estallido de una burbuja de humo que retoma el camino de vuelta a casa.

Se hace presencia visible en la corolas de la memoria, mientras hilvana pétalos sobre las mantas alfombradas por la ausencia.

La luz teje con agujas de plata sobre el vértice de una luna virginal y voluble.

Pero aquí sigues tú, recién vestido con los tules de la lluvia, de la lluvia enamorada -mitad corazón, mitad brisa-. Y el mar, al fondo, tras las colinas, con su fidelidad precisa de arena blanca y caracolas limpias. 

Te está esperando: Luz de amor, luz de agua.

La luz vuelve a la luz. Espéranos.

 

Te quiero Jose, amigo.

DÍA 80: La vuelta al virus en 80 días

Si Julio Verne hubiera podido imaginar esta situación, quizás se habría olvidado de la Luna, del fondo del mar o del centro de la Tierra.

Hace ochenta días que la fantasía del escritor ha quedado tan anacrónica como ridícula. A nadie le apetece  conocer más allá de lo que habita frente a su ventana, sobre la acera de su barrio o en los rincones mutilados del dormitorio.

Llevamos ochenta días viajando sobre los fluctuantes envites de una incertidumbre que parece agrandarse sobre la delgada línea de lo permisible y lo prohibido, de lo divino y profano, de lo virginalmente bendecido bajo las banderas que ondean sus tímidas agonías amordazadas.

De repente, Phileas Fogg se ha convertido en un aguerrido cirujano.

El leal Jean Passepartout es el enfermero del aliento y la pericia.

Mientras, la dulce Aouda, como una matrona de vainilla, regala esperanza y vida bajo el sopor y el cansancio de tan largo viaje.

Son sólo ochenta días

La vida es más larga. Y el amor, infinito.

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