Para Diego y Daniel, en su segundo cumpleaños
He acabado sembrando piruletas bajo una seta de chocolate,
escarchando de azúcar la mejilla de la luna
y rebozando de algodón las copas de los árboles
que se mueren de envidia al calor de vuestras risas.
En la mesa ya tengo preparada una fuente de canela lírica,
fresones que se mueren de vergüenza al veros devorando
la nata nívea de los días azules
sobre el impertinente tránsito del calendario.
Es la eternidad hecha caballito de madera,
la duda y el olvido conjugándose en un puzzle
de redondeadas aristas enamoradas,
y esa oronda geografía de la pelota hecha cabriola
sobre la selva ignota de los parques vacíos.
Mirad como se ha llenado de hadas transparentes el horizonte y la lluvia,
como suenan vuestros nombres más allá de la piedra,
como, a pesar de los pozos y el llanto,
la luz sigue emergiendo desde las corolas intactas de la primavera.
Es la explosión de la vida que ocupa vuestros ojos
y desborda las alacenas pletóricas de miel enamorada.
Pero ya es la hora,
plegad vuestras alas,
lavaros las manos
y sentaros a la mesa,
hoy el menú sabe a esperanza
y el postre tiene las raíces inmortales de vuestra memoria.
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