Bienvenidos al hogar de mi alma

Etiqueta: coronavirus (Página 5 de 23)

MIÉRCOLES 3 XL: La lluvia

La lluvia se ha asomado a mi ventana dejando una estela de melancólica presencia. Resbala cándida, con la tranquilidad necesaria que ofrece la supervivencia. Con la monotonía crepuscular de los días iguales. Con ese ritmo pausado que se asoma por los calendarios sin nombre.

Las minúsculas gotas me hablan de la fragilidad del ser humano, de la fugacidad de la vida, de lo anodino que resulta, últimamente, el sabor de las manzanas, ya sin riesgo ni pecado. Y en singular baile de acuosas piruetas, me revelan los misterios allende del silencio.

La lluvia ha visitado mi ventana, se ha quedado aquí, estática, ella también, como yo, teme volver al asfalto.

MARTES 2 XL: Segunda ola

Apenas nos hemos dado cuenta de que la arena ha dejado de existir. Ni siquiera una roca que nos resguarde o un malecón que nos proteja del envite de la ignorancia, de la intolerancia, de la insolidaridad.

El mar se ha quedado desierto con su bravura infinita, con su liberadora tormenta de siglos, con su desgarrado alarido de fauces envenenadas.

Sabíamos que vendría una segunda ola y ni siquiera hemos aprendido a nadar.

LUNES 1 XL: El retorno

A Monterroso

Nos quedamos durmiendo con la esperanza de despertar en el paraíso soñado, añorado,enamorado.

La humanidad pluscuamperfecta, de nuevo.

Pero cuando despertamos, agitados por la mano imperturbable de Dios, nos dimos cuenta de que el dinosaurio seguía ahí.

Bienvenidos a la prehistórica luz del alma.

DÍA X: Dejo de contar

No, no voy a quitarme la mascarilla. 

No, tampoco voy a romper la frontera de la distancia social.

He prometido dar besos castos y a lo lejos, como quien lanza las cáscaras de almendra al pozo infinito de la infertilidad. 

Pero…  hoy dejo de contar. Los números me abruman, saben a chicle rancio en la boca de un desdentado. A incomprensible fórmula trigonométrica en la mochila de un estudiante despistado. Al arroz quemado en una paella alemana. 

Hoy dejo de contar. Le he dado tantas vueltas a los dedos que los juanetes me están suplicando clemencia. Demasiada presión para un cuerpo solo. Para una mente que está a punto de dejarse bautizar por la Santa Iglesia de los Infieles Locos.

Voy a seguir siendo obediente, lo prometo, pero hoy daré un paso adelante.

Hoy dejo de contar

DÍA 91: Caos y prudencia

Alicia se colocó la chistera con tal delicadeza que apenas se movió ni un sólo de sus ricitos de oro. Entró en la casita de chocolate, en la que una familia de osos esperaban impacientes la llegada de Caperucita Roja. 

-El pastel que hace la Bruja, con ricas frambuesas y manzanas envenenadas, es el que más nos gusta.-dijo mamá osa con su voz de soprano aterciopelada.

Alicia no le pareció correcto que un pastel con manzanas envenenadas fuera el mejor de los manjares, sobre todo porque, según le dijo Cenicienta, las manzanas son indigestas, mucho más si se toman pasada la medianoche. Sin embargo, prefirió esperar. Según el reloj de cuco que colgaba sobre la chimenea, todavía faltaban algunos minutos para las doce, hora exacta en la que tenía que coger la calabaza rodante para ir a la fiesta de No-Cumpleaños del Príncipe Morado (de tanto darle al vino había subido un tono de color). 

Apenas pasaron unos segundos, el umbral de la casita se iluminó con la presencia de Caperucita que lucía sus mejores galas, su capa roja, repleta de purpurina y lentejuelas, conjuntaba a la perfección con los chapines de rubíes que le llevarían de vuelta a Oz. Colgada del brazo de el Lobo Feroz, hizo una reverencia, y se despidió con solemnidad:

-Colorín colorado, este cuento no ha acabado.

Así es como descubrí que dentro del caos, la imaginación obra milagros y que la prudencia es nuestra mejor compañera.

« Entradas anteriores Entradas siguientes »