Me dijo que me llevaría al cielo.
Y dijo verdad.
Aquí estoy.
No puedo reprocharle nada.
Cumplió con su palabra.
Salvo por las magulladuras, el orgullo perdido y dos costillas rotas,
por fin estoy en paz.
He llegado a la cima de la desolación.
Hay heridas que no se pueden borrar ni siquiera con la muerte.
Sólo lo siento por aquellos hijos que nunca tuve
y se perdieron entre los golpes de un amor incierto.
Me dijo que me llevaría al cielo.
Pero nunca al cielo de los muertos.