Cuando digo amor no hablo de lamernos el instinto a golpes de deseo,
ni desgarrarme la piel ante los hijos paridos,
ni comulgar con ruedas de molino en busca de Dios,
ni siquiera depositar una moneda díscola en la mano de un mendigo.
Cuando digo amor lo digo todo,
y no digo nada.
Las palabras se pierden en la lontananza de los deseos prohibidos
y sólo queda el acto íntimo de la entrega insumisa
ante el feroz aliento de las verdades del alma.
Cuando digo amor te estoy nombrando a ti,
en todo tu universo de fronteras diseminadas sobre el olvido de la carne,
a ti que eres mi hermano,
a ti que eres mi amante,
a ti que ni siquiera sabes que existo
y precisamente por eso te inventas que me amas.
Cuando digo amor
es necesario que me sangren las pestañas.
Después empieza el vuelo, la propia necesidad de llorar a solas
y de masturbarme, a ratos, sobre las fotografías grises de la ignorancia.