A Joanmi Reig

Pues sí, Maricarmen, que hoy me invade la desgana. No sé, debe ser este frío glaciar, la descorazonada intransigencia de las entidades públicas o este huracanado sentimiento de haber perdido la esperanza en cualquier recodo del camino. Hoy no estoy para palabras ni para versos, hoy estoy, solamente, para que me mires al fondo de tu bola y me digas, como el espejo a la bruja de Blancanieves, que soy la más bella del reino.

Hazme un vudú de esos que tú sabes, risa adentro, carcajada jubilosa que cae como en una catarata de lluvia enamorada, eterno bálsamo para cuando los sueños se lapidan bajo un huracán de realidades precisas.

Mírame el tránsito de las estrellas, que mi planeta regente debe haber perdido su órbita y anda vagando zodiacos somnolientos a través de la Vía Láctea de mis venas.

Saca tu plumero de étnias infalibles, regalo virtuoso de un antiquísimo gurú que andaba descifrando el eco de la temblorosa enredadera, y hazme una apertura de chakras hasta en la misma médula de conciencia.

Menos mal que estás tú, Maricarmen, para regalarme la esplendorosa luz de tu bombilla, ahora que corren tiempos sombríos sobre las puertas cerradas.