A nuestro querido perro Lennon, que se ha marchado de viaje

Un aroma premonitorio de desvirgada muerte ronda mi casa.
Estos muros que la contemplan se han vuelto un mausoleo de herméticas rendijas desde donde escampa sus luengos brazos de guadañas incansables, estas paredes encaladas de esperanza, se han tornado un espada incesante de ausencias irrecuperables.
Ahora te has ido tú, con el silencio desgastado de una agonía persistente,
con el aullido mudo de los fieles compañeros de la luz,
con la delirante beatitud de esos arcángeles caninos que buscan el húmedo hocico de la vida infinita,
del amor gratuito más allá del propio sendero de los tímidos calendarios.
Te has ido tú cansado de regalarnos tus ojos siempre atentos,
la voraz lengua que lamía nuestras pesadillas diarias,
ese aliento dulce de jugosas lechugas que te hacía saltar a brincos sobre el entramado del universo.
Te llevaremos siempre sobre las heridas que el latido nos imprime en el corazón
porque hay amores que, de tanto tornarse generosos, sólo saben ser eternos más allá del tiempo y la memoria.