Cambiar el calendario así, de repente.

Descolgar la foto de los gatos amorosos para plantar bambú en medio de la pared desierta y con desconchones de siglos.

Mirar hacia atrás con los  ojos anegados de benevolencia para girar las cervicales hacia el camino que nos viene plagado de  esperanza.

Tomar impulso.

Respirar tres veces e imaginarse alas allá donde el desaliento toma voz y se hace fruto.

Llenarse los bolsillos de fe, de luz gratuita, de latido y lluvia y volver a calzarse, nuevamente, las botas impermeables de la vida.

Os sigo esperando en el camino.