Tengo una profesión tan maravillosa y tan voluble que, cada día, se inventa con una denominación nueva.
He dejado de ser, por un día, «Hacedora de versos» para convertirme en «Encontradora de tesoros».
Pertenezco a esa humanidad que no desiste ante las adversidades,
que se crece ante las negativas,
y se enamora por el simple placer de criar un huracán de mariposas estómago adentro.
Soy miembro de una raza extraña.
Pero no estoy sola.
La vida nos regala amor todos los días.
Sólo es necesario mirar con los ojos despiertos de la esperanza.