Definitivamente el dinero está por encima de todo.
Así se explican ciertas decisiones «democráticas» a las que hemos asistido, persistido y desistido en los últimos tiempos:
Gobiernos corruptos, aplaudidos y vitoreados.
Presidentes xenófobos, misóginos, homofóbicos y mal peinados.
Seres mal educados, antipáticos y groseros y, con tan mal gusto que no saben combinar la corbata con la cremallera de la bragueta.
Seres ínfimos, insensibles y despreciables.
Seres que dominan el mundo.
¿Quién les vota?
El dinero está por encima de todo y de todos.
Como diría el maestro Galeano:

Los funcionarios no funcionan.
Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.

Pero también en el siglo XVII el maestro Quevedo se refería a lo mismo.

Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
….
Más valen en cualquier tierra
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Pues al natural destierra
Y hace propio al forastero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.

¿Hemos entrado en un bucle monetario del que no podemos salir?
¿En una democracia fingida tan cómoda como antipática?
¿En una decadencia tan evidente que ya no queremos ni reconocerla?