Vivimos tiempos convulsos.
Tiempos denostados y desgarrados.
Impúdicos e impertinentes.
Desenamorados y desvirgados.
Tiempos sin norte ni sur.
Sin corazón ni alma.
Sin reloj ni calendario.
Tiempos sin tiempo para el aliento.
Me faltan días para enterrar a los muertos, para besar a los huérfanos, para dar el último aliento a esa mujer maltratada, a ese hombre olvidado, a ese perro hundido en el barro del abandono.
Me faltan días para volver a creer en mi propia condición humana.
Necesitaría una eternidad de oceánica cordura para retomar aquel aliento primigenio con el que retomar el viento de la esperanza.