Feliz Cumpleaños, Antonio Santos

Desde que sólo cumplimos dieciocho se nos ha tersado la piel y la memoria.
Incluso la risa se nos ha llenado de jilgueros.
Ayer descubrí que me habían crecido algunas petunias entre las cejas y yo sé que tienes guardados claveles en los bolsillos, esos que sólo sacas en las mañanas radiantes de lluvia y confidencias.
Desde que sólo cumplimos dieciocho se nos ha encogido la angustia y el desánimo
(a pesar que hay días de neblinas persistentes,
desazones envueltas en el llanto
o enmascarados silencios sobre el tránsito del mundo).
Desde que sólo cumplimos dieciocho se nos han alargado las pupilas más allá del paisaje crepuscular del horizonte,
más allá del térreo huerto indeciso en el que un viento frutal nos despeina la sonrisa.
Se nos han agrandado las espaldas por el peso de las intangibles mochilas
en las que guardamos aquellos versos que ya nadie se atreve a recitar por miedo la esperanza.
Y es que no hay nada, amigo, como volver a verse parido cada día
frente al asombro ígneo del ingenuo mundo
para seguir descubriendo que nosotros no pasamos, la que pasa, siempre, es la vida.