Vuelve ese pederasta lascivo y desenfrenado.
El insaciable verbo retenido,
el corazón apuñalado,
el ovario sangrante y descuidado.
Vuelve la moral impresa en las viejas fotografías,
en los añejos silencios,
en la palabra que nunca se dice
porque tampoco se piensa.
Vuelve y volvemos al abismo.
Ya lo dijo el poeta:
«El amor es una condena solo apta para suicidas.»