La vida tiene repentes repentinos, incandescentes e indecentes.
Momentos que apetece olvidar, obviar y enterrar en el último agujero negro del universo estelar.
Palabras que se vuelven hipérboles en la impertérrita magnificencia de la inoportunidad.
Segundos que guillotinan la biografía pluscuamperfecta de unos seres perfectamente imperfectos.

La vida es la eterna sinrazón de una inconsciencia lírica abocada a la indecencia onírica de la promiscuidad.