Entramos en los bares.
Comentamos las noticias.
El rumor de las paredes.
Nos quejamos.
Culpamos, escupimos y arañamos la memoria silenciada por el miedo.
Somos una generación-puente entre una dictadura atroz y una democracia ciega.
Somos el resultado de una historia no resuelta.
La herida sigue supurando.
No me pidáis pasar página.
Somos el eco que todavía resuena más allá del impío temblor de las cunetas.
No estoy preparada para la falsa tolerancia.
Sigo en pie con el dolor artrítico de la esperanza.
El humo sólo es la niebla que adelanta el gozo del mañana.