Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: noviembre 2015

El aliento frágil del suicida

¿Qué pasa cuando parece que no pasa nada y la única que te saluda es la guadaña?
¿Quién se instala en el púlpito de la desesperanza?
¿Qué desenamorada presencia nos empuja hacia el vacío?
¿Existe vida en la vida?
¿Qué hay antes de la muerte?

(Va por ti, Encarni)

Vivimos tiempos convulsos


Vivimos tiempos convulsos.
Tiempos denostados y desgarrados.
Impúdicos e impertinentes.
Desenamorados y desvirgados.
Tiempos sin norte ni sur.
Sin corazón ni alma.
Sin reloj ni calendario.
Tiempos sin tiempo para el aliento.
Me faltan días para enterrar a los muertos, para besar a los huérfanos, para dar el último aliento a esa mujer maltratada, a ese hombre olvidado, a ese perro hundido en el barro del abandono.
Me faltan días para volver a creer en mi propia condición humana.
Necesitaría una eternidad de oceánica cordura para retomar aquel aliento primigenio con el que retomar el viento de la esperanza.

 

Por fin ha pasado «Jaloguin»


¡¡A mí que me importa el jaloguin y sus historias extranjeras!!
Bajé a por el pan. Y, con las prisas, no me peiné.
Tampoco me pasé la raya por el ojo, ni el carmín por los labios.
Hoy teníamos macarrones para comer, y la salsa de tomate y yo nos llevamos fatal.
¡¡Esas manchas impertinentes que se quedan en mi delantal favorito, en el que pone: «Recuerdo de Benidorm»!!
Bajando las escaleras me di cuenta que hacía tres meses que no me había depilado las cejas ni el bigote
y… ¡pardiez! las zapatillas con el peluche de perro, parecían dos lobos al borde de la extremaunción.
Los calcetines de lana, deprimidos en los tobillos, ayudaban a dar un ambiente más peculiar.
Sabía que no era Angelina Jolie. Ni siquiera yo misma.
Pero me arriesgué.
No podía abrir la puerta de la calle.
(Le dije a la presidenta, hace meses, que había que arreglar la cerradura.)
Menos mal que encuentro el cuchillo jamonero en el bolsillo.
(Siempre lo llevo por si me atacan los de la OMS con sus decretos pluscuamperfectos)
Después de unos minutos, que parecen siglos, logro salir a la calle.
Cuchillo en mano.
Tomate en el delantal (del siempre bucólico Benidorm).
Pelos al viento (en cabeza, cejas y bigote).
Lobos coléricos en los pies arropados por calcetines famélicos.
Y un temperamento muy propio en mí después de luchar contra las inclemencias del día a día.
Una niña se queda espantada al verme cruzar el portal de mi casa.
«Mamá, mamá…ya ha empezado Jaloguin»
Y yo pienso, «¡Qué barato nos sale el disfraz a las amas de casa!»