Hace algunos años descubrí que la vida, a la que yo siempre comparaba con un universo infinito e imperecedero, cabía en un bote de cristal.
Después, en un acto de litúrgica fe pragmática, lo lanzaban desde la cima de un monte, al fondo del océano o en el vertedero ilegal pagado por el ayuntamiento corrupto de un pueblo desdichado y maloliente.
Por más que nos empeñemos, o la tintemos de purpurina, la vida es solo eso:
un acto de fe que va, de polvo en polvo, desembocando hacia el olvido de una suciedad consciente.
Mes: abril 2014
Te tengo demasiado olvidada, Mariadiós, pero es que ya me conoces. De aquí para allá; de un sueño a una sorpresa; de un cansancio a una inyección de energía; de una voltereta a un esguince en la memoria…
Cosas normales, acontecimientos rutinarios de un culo inquieto como el mío que, a fuerza de dilatarse, se ha hecho tan amplio que se ha convertido en un nido de cigüeñas celestes.
Y es que a estas edades, querida mía, la que no tiene objetivos nuevos cada día, ya empieza a cavarse su propia tumba, su propio hastío de urnas memorables sobre las cenizas impolutas de una muerte ejemplar.
La perfección no existe, y mucho menos en el ser humano.
(Lástima que lo descubramos a la par que le damos la última mano de barniz a nuestro propio ataúd)
COMENTARIOS RECIENTES