Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: diciembre 2013

Un año que se va y otro que viene

No ha sido un año fácil Mariyear, claro que si una lo mira desde el consuelo del pobre, todavía podía haber sido peor.
Hemos tenido que protestar y luchar mucho para no llegar a ningún sitio. Nos están empujando a dar pasos hacia atrás y toda la luz conseguida se está volviendo oscuridad de imposibles esperanzas. Hay días en las que hasta el puño en alto se queda congelado, temblando como un pájaro herido sobre la desfachatez del silencio.
Nos han despojado de todo, pero siempre nos quedará la esperanza.
Tengo mucho camino por recorrer todavía, muchos escollos que saltar y mucho aprendizaje por cumplir. He cometido tantos errores que a menudo ya no sé si estoy viva, aunque gracias a ellos sigo apostando por este oxígeno que me habita.
Feliz año nuevo Mariyear, feliz poesía.

 

El ego, sus peinados y otras cosas para olvidar

                                       «La vida sigue siendo el mejor de mis poemas. Gracias a todos los que me dais tema para seguir creando. Va por ti, Maritú»

Pues sí Mariyo resulta que en este invierno que despierta las memorias y congela las neuronas, un día cualquiera, de esos laborables que el calendario viste de negro como viuda iracunda, o Bernarda desgarrada por el peso de la tradición y la conciencia intranquila, iba yo paseando calle arriba, como cualquier coplera de mantilla y moño en alto, cuando me encuentro a una excelsa figura. «¡Qué guapa!», pensé para mí misma, «¡Qué porte…qué elegancia… qué peinado tan refinado… qué inteligencia tan precisa!» Era la misma imagen de una diosa, una Venus encarnada, la fruta perfecta en el paraíso de la gloria. Al llegar a mi altura… «¡¡coño…si soy yo!!» y nos hemos fundido en un solo cuerpo, carne inmortal que superará cualquier tipo de crítica, cualquier barlovento de incultura, toda la putrefacción de los vientos inclementes de la libertad.

Y así voy, majestuosamente calzada sobre unas plataformas de pelo esculpido por la laca de la victoria, envuelta en la bandera de las azules gaviotas, hablando sin sentido con un cetro dorado en la mano derecha para imponer el ritmo de los ejércitos victoriosos del olvido. Soy yo la que manda, la que dirige, la que sabe de órdenes y leyes, soy la viva imagen del poder y, además, soy perfecta.

¿Mariyo?… ¿Mariyo?… ¡¡Lástima que nadie se dé cuenta!!