Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: febrero 2012 (Página 4 de 4)

Levantarse con la conciencia dormida

Acaba de llegarme el aroma del primer café y la leche empieza a agriarse en la boca de la fantasía. A pesar de que intento vivir en un mundo de lógicos ideales, la realidad me empuja, cada vez más, a refugiarme entre la cuevas íntimas del absurdo.
Quieren despojarme de la luz, del aleteo fluvial de las náyades perdidas y del incesante revoloteo del clavicordio sobre mi memoria de pájaro. Quieren vestirme de gris para darme un lapicero que solo consiga sumar números rojos en el haber de mi sonrisa.
Dentro de un rato, cuando acabe de mojar la magdalena en el último sorbo de láctea energía, voy a iniciar una revolución antes de que sea tarde para vestir lazos, narices rojas y pantalones de cuadros despeluchados.
Antes de que nos inoculen el conformismo, para hacernos levantar con la conciencia dormida.

Neruda y sus preguntas (2)

Más preguntas que yo hubiera firmado porque se me ocurrieran a mí, pero sólo tengo aliento, a veces, para responderme incoherencias, y así llegar libre de pecado y conciencia un verso más.

«¿Por qué, para esperar la nieve,
se ha desvestido la arboleda?»

«Dime, ¿la rosa está desnuda
o sólo tiene ese vestido?»

«¿Hay algo más triste en el mundo
que un tren inmóvil en la lluvia?»

«¿Es paz la paz de la paloma?»

«¿Cómo conocieron las uvas
la propaganda del racimo?»

«¿Dónde está el centro del mar?
¿por qué no van allí todas las olas?»

«Libro de las preguntas» de
Pablo Neruda

Mi mundo y Maricarmen

                                                                                              A Joanmi Reig

Pues sí, Maricarmen, que hoy me invade la desgana. No sé, debe ser este frío glaciar, la descorazonada intransigencia de las entidades públicas o este huracanado sentimiento de haber perdido la esperanza en cualquier recodo del camino. Hoy no estoy para palabras ni para versos, hoy estoy, solamente, para que me mires al fondo de tu bola y me digas, como el espejo a la bruja de Blancanieves, que soy la más bella del reino.

Hazme un vudú de esos que tú sabes, risa adentro, carcajada jubilosa que cae como en una catarata de lluvia enamorada, eterno bálsamo para cuando los sueños se lapidan bajo un huracán de realidades precisas.

Mírame el tránsito de las estrellas, que mi planeta regente debe haber perdido su órbita y anda vagando zodiacos somnolientos a través de la Vía Láctea de mis venas.

Saca tu plumero de étnias infalibles, regalo virtuoso de un antiquísimo gurú que andaba descifrando el eco de la temblorosa enredadera, y hazme una apertura de chakras hasta en la misma médula de conciencia.

Menos mal que estás tú, Maricarmen, para regalarme la esplendorosa luz de tu bombilla, ahora que corren tiempos sombríos sobre las puertas cerradas.

 

Neruda y sus preguntas (1)

¿A alguien se le ocurre preguntar cosas tan maravillosas como estas?
Definitivamente, los poetas están fabricados con la materia incorruptible de la tierra y con el aliento mágico del cielo.

«Si he muerto y no me he dado cuenta,
¿a quién le pregunto la hora?»

«¿Por qué los árboles esconden
el esplendor de sus raíces?»

«¿Por qué Cristobal Colón
no pudo descubrir a España?»

«¿Y cómo saber cual es el dios
entre todos los dioses de Calcuta?»

«¿Hay sitio para unas espinas?
le preguntaron al rosal.»

«¿A quién le puedo preguntar
qué vine a hacer en este mundo?»

Del «Libro de las preguntas» de
Pablo Neruda

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