Bienvenidos al hogar de mi alma

Mes: diciembre 2011 (Página 6 de 6)

¡Qué suerte tengo de ser!

Han intentado matarme los ciclones de la hipocresía, los virus insurrectos de la incipiente democracia. Me he dejado un codo, la virginidad y varios dientes y ya voy resintiéndome de esta cadera o de aquella rodilla. «Los años no pasan en vano», me lo dijo aquella anciana que vivía en la Biblia y se hartó de parir hijos a la sombra de un hombre, que según la costumbre, era santo. He recorrido el mundo al compás de mis zapatillas y estoy dejándome la esperanza en cualquier esquina del llanto.

Sigo viva.

Mi sombra me acompaña a pesar de la lepra de mi silencio, por eso le cuento fábulas alrededor de una hoguera inventada para que siga aquí, arrítmica e insondable, como yo. Pero tengo mucha suerte, a veces me vislumbro siendo otra que no soy yo y me compadezco de esa otra-mí-misma, de tanta perfección idealizada, de esa bondad de plástico que supuran las esquinas cuadradas del desaliento.

Por eso sigo aquí: desarticuladamente enamorada, lamiéndome las últimas vísceras con la lengua viperina de las verdades incipientes, caóticamente fugaz y tan perecedera como esas hojas que, ahora, crujen bajo mis suelas. Pero dejadme que hoy, y sin que sirva de precedente, me alegre por mi sonrisa y por esta luz de eterna esperanza que, de vez en cuando, cruza por el camino de mi alma.

 

La navidad que se avecina

Pues sí Marichen ya estamos otra vez, como quien dice, en Navidad y, como quien no quiere, acabando otro año.

No he tenido tiempo de comerme los polvorones del año pasado y ya se me vienen encima las celulitis mórbidas de los roscos de vino y el turrón de chocolate. Hay que empezar a afinar la pandereta y quitarle el moho al pino de plástico con sus adornos de cartulina, y hacer de tripas corazón o, mejor, tragárselas como puños para no acordarse de la madre de algún que otro político que anda celebrando navidades eternas entre corruptelas y negocios sucios.

Y es lo que yo te diga, con el carné de paro en la mesita de noche (por si se les ocurre montar una inspección de madrugada) y la cartilla del banco temblando de frío, no sé que paz y amor voy a colgar yo este año en la puerta, más bien cambiaría el letrero para poner: «se agradecen donativos, aunque sean de esperanza».

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